Segunda Parte

SAN 1

Hotel San Ignacio cuya inauguracion data del año 1934.-

El pueblo, distante unos tres kilómetros del establecimiento, era pequeño y calculo que tendría entre 2000 y 3000 habitantes no más. Unos pocos años atrás se había creado la Provincia de Misiones sobre la base de lo que era el Territorio Nacional de Misiones. Este hecho trajo aparejado la demanda de gente para cubrir las necesidades de la nueva provincia y su capital Posadas. Por eso muchos emigraron dejando a los pueblos vecinos casi vacíos sobretodo los jóvenes más capaces.

 

Por eso todo forastero que llegara con intenciones de quedarse en el pueblo era bien recibido y se le abrían todas las puertas para que se sintiera a gusto. Por otro lado en San Ignacio faltaba casi todo en materia de servicios, como luz eléctrica y agua corriente. Lo que no faltaba era gente emprendedora con la cual al poco tiempo me vi involucrado en realizaciones de todo tipo. Se formaban Comisiones con vecinos dispuestos a trabajar por el pueblo para distintos emprendimientos, yo formé parte de alguna de ellas como la que creó y organizó la Caja de Créditos Cooperativa Ltda. de San Ignacio con Fito Böse y Esteban Quiberoni a la cabeza; el Club Náutico con otro grupo encabezado por Fito; el Festival de Folklore con otro grupo encabezado por el doctor Prieto; el Nuevo Edificio del Hospital con Juan Carlos Barnasphol (intendente) y el matrimonio de Roberto y Adriana Solazo. En esos grupos participaban también otros vecinos como Rubens Gagliardi, Maggiolo, Scattolaro, Tato Mattos, Pedro Pablo Bogado Frutos y otros muchos más que no recuerdo en este momento. Hubo otras comisiones en las que no participé como la que instaló la Usina Eléctrica y su red de distribución y un tiempo después el agua corriente. Creo que los gestores fueron Jorge Martignoni, Fito, Gagliardi y otros. O como la comisión liderada por Guillermo Kopp y otro grupo de vecinos que se ocupó de la refacción y modernización de un viejo edificio (creo que era un comercio de la familia Vandendorp) convirtiéndolo en sede del Club Social San Ignacio con un hermoso salón de fiestas, una pista de baile al aire libre y una cancha de bochas, deporte al cual era aficionado don Guillermo. Allí hacía de disc jockey “ad honorem” Ñato Cardozo, que más tarde supo tener una propaladora que todas las tardecitas pasaba música, propaganda y alguna noticia para entretenimiento de los vecinos, con dos altavoces instalados sobre la casa de sus padres, frente al Hotel San Ignacio.

El Hotel San Ignacio fue construido por una familia italiana de apellido Garaboto en el año 1934, luego lo compró, a principios de la década de 1940, Arlindo Thomas, dueño de la empresa de colectivos El Tigre que prestaba el servicio de pasajeros entre Posadas e Iguazú, quien en el año 1944 se lo vendió a la Sra. Laura Jagou casada con Ricardo Molet. En la década de 1950 Laura le alquiló el edificio a su cuñado Arnoldo Molet quién siguió con el negocio junto a su esposa Margarita Schmidt y trajeron de Santa Fe al joven Andrés Mottard para que les ayude. Hoy pertenece a Beatriz Molet y a su esposo Eduardo Cosgaya, quienes reformaron y modernizaron el edificio e instalaciones tal como luce hoy en día. Su ubicación privilegiada hizo que fuera siempre el centro neurálgico del pueblo por donde pasaba toda la actividad social. Además de ser la parada de colectivos, era uno de los pocos que ofrecía alojamiento y comida junto con la pensión de doña Nasca Perié y los comedores para camioneros del Negro Macero y la familia Zamuner. Así que era el paso obligado de viajantes de comercio, empresarios y técnicos de empresas que venían a trabajar en la zona, como la que construyó el primer puente de hormigón sobre el arroyo Yabebiry, (el geólogo Ricardo Dubois y el Laboratorista Lanfranchi); o la que hizo el tendido eléctrico de alta tensión desde Posadas hacia el norte (SADE); o la alemana Hesser que instaló máquinas envasadoras de yerba en Martín y Cía.; o la Congregación religiosa Don Orione que compró un emprendimiento de un señor Morciani en el puerto viejo. Con ellos vino un joven preparado y dinámico llamado Néstor Ríos que se quedó en el pueblo y hoy es el encargado de la Casa-Museo que perteneció al escritor Horacio Quiroga.

La ruta 12 pasaba por el medio del pueblo, viniendo de Posadas entraba por la última calle del lado Sur y frente al portón de Gendarmería doblaba por la calle San Martín recorriéndola en toda su extensión hasta la última calle del lado Norte (el trazado del pueblo era un rectángulo perfecto) donde doblaba hacia la izquierda y luego de un zigzag retomaba el rumbo Norte pasando por La Plantadora, Gobernador Roca e Iguazú finalmente. Eso aumentaba el movimiento del Hotel ya que eran varias las líneas de colectivos que pasaban por día de ida y vuelta, unas llegaban hasta Iguazú y otras sólo a poblaciones intermedias; así teníamos a las empresas Iguazú, Tigre, Horianski, Martignoni, Oro Verde, El Ciervo, El Roqueño, Klein, Naranjito, Chito y El León.

También era lugar de encuentro de la juventud, que en las vacaciones de verano se juntaba en la pista para tomar algo fresco y bailar al ritmo de la música que el dueño pasaba con una antigua victrola a cuerda “R.C.A Victor”, reproduciendo los discos de pasta guardados durante años. No había mucha renovación, salvo que algunos de los contertulios trajeran los suyos para variar un poco.

También era el lugar en que se reunían los días patrios para hacer un brindis conmemorativo docentes y vecinos del pueblo. Allí estaban por la escuela 15 : Don Marcelino Ayala , director, después vino la Sra Ana María Schelske de Ríos y como maestras : Alicia Hougan de Dos Santos, Nelly Klein,Ramona “Chiquita” Leiva, Remedios “Beba” Escalada de Barrios, Alba Aguirre de Ríos, Estela Bogado de Jagou, Elvia Ramona “Ita” Sosa, Alba Martínez, Beatriz “Betty” Tebecheri de Delgado, Nidia Julia “Mimita” Vandendorp, Ana María Molet, Nelly Vandendorp, Eduardo Símelac, Carlos Ríos, Porota Almirón, Ramona “Pocha” Peralta, Carola Gómez, Inés Vela de Gagliardi, Zulma Schiavoni, Gloria Cardozo, Teresita Kopp, Carmen Peralta y otras. Por la 74, Cazaux, Freaza, Encina y Celia Delgado –directores– y las docentes Hilda Böse de Gagliardi, Elsa Gruber de Millán, Blanca “Pocha” Bogado, Lidia Druetta de Mayer, Aurelia “Lela” de Martignoni, Adela “Tita”Matta de Astrada, Estela “Tota” Premuda de Mattos, Kela Sacattolaro, Nelly Mattos, Mercedes Nilda “Mecha” Sosa y Elvira Böse de Medina, Dorita y Celia Guerrero y María Luisa Zamuner en distintas temporadas. También solían estar directivos de las escuelas vecinas como Raúl Esquivel (134 de El Triunfo) Caamaño (de la María Antonia), Rolendio Benitez y después Asunción (Nduca) Peralta (de la 44 de Martín y Cía.).

No puedo dejar de citar a las pioneras Angélica Bress de Millán, Elisa y Hermelinda Medina, Mercedes Sosa, Concepción “Chiquita” Derna de Gruber y Cecilia Velázquez de Aguirre.

Para trasladarnos de un pueblo a otro contábamos con la generosidad de algunos de los dueños de los pocos vehículos que había en ese momento, uno era el coche de la oficina de administración de “Los Campos de Roca” a cargo de Andrés Barboza, amante de la música y especialmente del folklore que ejecutaba en su guitarra. Seguramente nunca imaginó la sorpresa que le deparaba el destino, una vez, en la trasnoche en el Club Social apareció Eduardo Falú que andaba de gira. Entre los amigos le insistimos hasta que venció su timidez a que se animara a acompañarlo, así se dio el gusto de tocar y cantar en dúo con el famoso folklorista salteño. Seguro que los nietos lo habrán escuchado contar esta anécdota más de una vez.

En el pueblo había ya varios comercios funcionando: el almacén de los hermanos Julio y Carlos Gruber, el de Mauricio “Pocholo” Zouví, el del matrimonio de Esteban y Catalina “doña Cati” Smalj, el de Ramón Mandagarán y el de la familia Britos.

La tienda y mercería de Michel Hananía, el estudio fotográfico de Genesini , la bicicletería de Negro Millán, la venta de artículos del hogar de Juan Rychluk, la heladería Adán. El numeroso personal del Escuadrón 11 de Gendarmería Nacional; de Prefectura Naval y de Martín y Cía. volcaban por mes una importante suma de dinero en sueldos que se gastaba en esos comercios.

No había estaciones de servicios pero sí tres surtidores de nafta: en lo de Smalj, YPF; en lo de Tolentino Ríos, SHELL y; en lo de Jorge Martignoni, ESSO. También los talleres mecánicos de Arnoldo Witte, Dalibó, Perucchi y el de los hermanos Infuleski.

Dos carnicerías: una de Abilio Mattos y otra de Pedro Biton; dos panaderías: una de Tanú Tebecheri y la otra de la familia Bouik, y la fiambrería de don Kirchoff. Una farmacia de Cholito.

La ferretería de don Julián Millán, entusiasta colaborador en las fiestas patrias donde no podía faltar la piñata con la que la gurisada ponía a prueba su destreza para juntar del piso algún caramelo. Con él trabajaba de dependiente José María “Pepe”Junis, un aficionado a las bochas, deporte que practicaba con Ladislao “Layo” Zakidalski, Juan “Paraguay” Fretes y el doctor David Rebatta Ovalle (peruano) entre otros, que conformaban un buen equipo de competición y lo hacían en nombre del Club Social participando en torneos locales y provinciales.

Hubo otros hijos de San Ignacio que se destacaron en distintos deportes como Aurora Biton en paracaidismo, Norberto Caballero en equitación, Diego Báez en ciclismo, Carlos Alberto “Pupi” Martignoni y Federico Witte en automovilismo. En esta disciplina participaron con éxito Fito Böse en kilómetro lanzado (prueba de velocidad con una cupé De Soto de la década de 1930, de su padre), su hijo Roberto en turismo carretera y su nieto Ayrton en karting. En fútbol sobresalieron Aníbal “Bubú” Millán jugando para Tiro Federal de Rosario, Germán Barrios, Víctor César “Rey” Méndez y Nereo Arriola para Mitre de Posadas, Carlitos Mottard que llegó a probarse en Unión de Santa Fe pero prefirió volver al Unión de su pueblo en el que se había iniciado y Enzo Bruno para Independiente de Avellaneda, también Buchi Mayer para Colón de Santa Fe . A Germán Barrios el periodismo local lo bautizó “el héroe de Clorinda” cuando jugando para la selección misionera,dio vuelta el resultado de un partido que perdía por varios goles y él marcó 4 para ganarlo finalmente.

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Seleccion Misionera de Futbol (1959) con German Barrios (Club Libertad de San Ignacio) como titular indiscutido.-

Había un viejo hospital bajo la dirección del doctor Heberto Eulogio Valdovinos, contando con la ayuda del médico que en ese momento estuviera en Gendarmería Nacional y de los enfermeros Ramón Romero y Gumersindo Cabrera. La esposa de éste, Doña Hermelinda, era la partera que trajo al mundo a cientos de futuros pobladores. También el enfermero Carlos Díaz y el odontólogo Carlos Böse.-

Como todo pueblo tenía algunos personajes dignos de destacar: Don Defrance un francés ya viejito autodidacta que hacía de todo un poco tipo gestor, “que le llevaba los papeles” al Hotel San Ignacio de Arnoldo Molet; la paga incluía el almuerzo algunos días de la semana y allí disfrutábamos de su interesante conversación; el Tío López, español-brasilero que llegó como familiar de un docente de apellido Mendoza y, cuando éste fue trasladado, el Tío se quedó como funcionario municipal hasta jubilarse, primero protegido por don Jorge Martignoni y al final por el doctor Valdovinos. Era un solterón de baja estatura, culto, al que le gustaba mucho el teatro y la lectura, muy simpático, que para cada oportunidad tenía un dicho; uno era “más vale creerlo que averiguarlo” cuando dudaba de algo; otro “aperta mais un parafuso” (sacado de una ópera o comedia musical) para pedir que le sirvan una copa más de lo que estuviera tomando. Solía sentarse solo en una mesa en la vereda del hotel a fumar un “charuto” (armado por él mismo con tabaco picado y chala) y al rato estaba rodeado de parroquianos que apreciaban sus relatos. Carlos Mayer ocurrente y divertido; Moncho Mattos habilidoso y servicial como pocos y don Classen, jubilado del Correo, buen jugador de naipes quién solía hacer los mandados a su mujer y lo sorprendía el mediodía con la carne para el almuerzo en una bolsita sobre una silla, cuando se trenzaba en una partida de truco. El cartero Krieger, que hacía su recorrido todos los días en bicicleta repartiendo la correspondencia y recogiendo la información de lo ocurrido en el pueblo. El doctor Valdovinos solía decir en broma que él no necesitaba comprar el diario, le bastaba hablar un rato con Krieger para estar informado. Seguro que si se hubiera tomado asistencia en los velorios, Krieger tendría asistencia perfecta porque estaba presente en todos, ya que conocía a todo el mundo. “Neco” Duarte Salinas “el cartero poeta” trabajaba en el Correo y tenía su veta artística, gustaba de recitar y de la radiofonía. De grande tuvo un programa en la radio local, de música y palabras, donde podía dar rienda suelta a su vocación. Por años, el día del maestro acostumbraba a saludar y agradecer a su maestra de la primaria Estela Bogado de Jagou por todo lo que le enseñó y lo ayudó.

Las oficinas públicas de la época eran la Municipalidad, el Juzgado de Paz –a cargo de Max Enrique “Tintín” Horack– por muchos años, la Comisaría, el Correo y la Telefónica. El servicio de telefonía en principio pertenecía a una empresa alemana que nombró como responsable a don Max Böse y como telefonistas, a su esposa Wilma Sauer y a Emilia Behr.; más tarde vinieron don Augusto Spitzer como encargado y sus hijas Nena y Pocha como telefonistas y su hijo “Pubi” como guarda hilos.

Para la atención espiritual de la comunidad había una Capilla Evangélica a cargo de un Pastor inglés a quien recurrí alguna vez para que tradujera partes de manuales de máquinas escritos en ese idioma. Y una Iglesia Católica a cargo del Padre José Weiss cuando llegué y que después fue reemplazado por el Padre José Adolfo Marx, “…José por Stalin y Adolfo por Hitler…” sabía bromear. Era un personaje incansable y emprendedor que, de entrada nomás, tuvimos muy buena relación porque teníamos la misma edad, yo un mes mayor lo que motivaba la discusión de quién debía obedecer a quién. El era autoridad religiosa pero yo era mayor, a quienes antes se los respetaba. Solía aconsejarlo que no anduviera a tan alta velocidad en las rutas o que cambiara las gomas gastadas de su vehículo, por supuesto que nunca me hizo caso. Tuvo algunos accidentes por eso. Fui uno de los primeros en conocer su proyecto sobre las Escuelas EFA cuando me visitó junto con un alemán que había venido a ayudarlo a promocionar el emprendimiento. Le costó imponerlo porque la gente en general es reacia a aceptar lo desconocido. Después de mucho batallar, logró convencer a un grupo de gente y autoridades y creó en San Ignacio la primera Escuela de la Familia Agrícola. Hoy en día diseminadas por todo Misiones y también en otras provincias, son una realidad con gran éxito por su novedoso sistema de alternar teoría en el aula con prácticas en las chacras. A los hijos de los colonos les resulta sumamente útil esta modalidad de aprendizaje que transmiten a sus familiares y vecinos.

Trabajé hasta el 31 de julio de 1997, fecha en que renuncié para jubilarme, con 41 años y 4 meses de antigüedad en la misma empresa.

San Ignacio me dio todo lo necesario para ser feliz, me dio trabajo, amigos y una familia ejemplar. Por eso usando las palabras del cantautor santafesino Orlando Vera Cruz, digo:

“…y pa’ qué quiero yo más…”