Horacio Quiroga adoraba a Martínez Estrada como a un hermano menor y le regaló una hectárea de su propia tierra en Misiones, para tentarlo de que fuera su vecino. La desmontó él mismo a machete limpio, le mandó por correo el título de propiedad y los planos de la casita de madera que podía construirle con sus manos. Hasta los muebles le ofrecía hacer (y eran famosamente cómodos los muebles que hacía Quiroga, con ayuda del mensú devenido carpintero Jacinto Escalera). Martínez Estrada tenía un trabajo de cuarta en el Correo Central y detestaba el ambiente literario de Buenos Aires, pero no se decidía a partir a Misiones, así que Quiroga apeló a un último recurso para convencer a su melómano amigo: le mandó un violín hecho en madera de timbó. “Era tan chato de pecho y espalda como el propio Quiroga, tenía un clavijero prehistórico, las efes labradas torpemente a gubia y emitía un sonido de gato en celo, mitad hipnótico y mitad horripilante.” Martínez Estrada entendió con el corazón estremecido que así sería la vida como vecino de Quiroga en Misiones, pero se libró de escribir esa carta cruel porque su amigo apareció por Buenos Aires.
Horacio Quiroga a la edad de 22 años.-
Hace 120 años, en otoño de 1900, Horacio Silvestre Quiroga viajó a París. Tenía 21 años. El viaje comenzó el 21 de marzo, desde su natal Salto (Uruguay), a bordo del buque Montevideo.
Quiroga emprendió esta aventura persiguiendo el sueño de miles de poetas jóvenes de todo el mundo: ser parte de la alcurnia artística y vivenciar el fenómeno socio-literario que tenía a París como escenario original. En fin, como se decía entonces: “la bohemia no es posible sino en París”.
Sus recursos provinieron de la herencia que recibió tras el suicidio de su padre.
Otra de las razones que llevaron a Quiroga a embarcarse a este destino, fue la realización – ese mismo año entre abril y noviembre- de la descomunal Exposición de París, un evento gigantesco que reunió a 58 países y más de 50 millones de personas. En ese marco, tuvieron lugar los Juegos Olímpicos París 1900, suceso que despertaba en Quiroga un gran entusiasmo debido a su afición al ciclismo. De hecho, en una carta que le escribió a su amigo Juan Payró, Quiroga afirma: “créame, fui a París solo por la bicicleta”.
La historia es el arma más poderosa con la que cuenta el ser humano para conocer y desentramar lo que sucede en su actualidad, o por lo menos una herramienta para saber qué o quiénes somos parafraseando al existencialista Jean Paul Sartre “somos lo que han hecho de nosotros”.
Curiosamente la cultura misionera crece a pasos agigantados después de sufrir varios años de letargo. Una nueva generación de profesionales en las ciencias sociales se ocupa de dar a conocer todas las aristas de distintos relatos, mientras que en puestos estratégicos y convenientes para el stablishment no hay lugar para las variedades y se decide de manera tajante inclinarse a los sucesos con una sola mirada. Algo llamativo para los tiempos posmodernos que se viven; los cuales no se caracterizan por un solo sesgo ideológico único sino más bien por una marcada variedad de puntos de vistas.
El Inspector seccional, Director y Maestras (1.915).-
De este texto fechado en el año 1.915 puede inferirse la situación institucional y pedagógica por la que atravesaba nuestra querida institución a comienzos del siglo xx. He aquí la transcripción del mismo:
“Plantada la escuela en este medio, no ha sido obstaculizada por nada ni por nadie en manifiesto y constante evolución hacia el progreso alcanzado.
Desde 1.900 en que se fundó la escuela, la han dirigido los siguientes directores: Enrique D. Echegaray, Ramón N. Solimán, Abel G. Delgado, Baltasar Moscarda y Carlos Herrera.
Maestros: Nicolás T. Ponce, Araceli M. de Ponce, J. Carlos García, Celina Alcaráz, Agustín. L Carrasco, Francisco R. Vallejos, Ana M. López, Anastasia Fernández, y actualmente: Delia Guzmán de Herrera, profesora y las M. Dolores Rivas de Sánchez, Paulina Ojeda, Clotilde Hurtado, Clemencia González y María Isabel Amores, esta última sin título.
Martin Bormann, secretario privado de Adolfo Hitler.-
Desde hace décadas, en San Ignacio existe el mito de que en el Peñón del Teyú Cuaré vivió escondido Martin Bormann, una vez finalizada la II Guerra Mundial. (General de las SS, Secretario privado de A. Hitler y máximo responsable de la dirección del Partido). Con el paso de los años y las sucesivas investigaciones se lograron algunas precisiones sobre la suerte del dirigente alemán. Si bien es cierto que innumerables personajes con fuerte vinculación con el nazismo ingresaron a la Argentina, incluso con la anuencia de las autoridades, para el caso de Bormann se especuló con la posibilidad de que hubiese escapado de Alemania. Varias hipótesis sostienen que se fugó a Sudamérica, ya que tras el fin de la guerra, tanto Chile como Argentina, Brasil y Paraguay habrían recibido a criminales nazis que huían de Europa.
Lápida del P. Lorenzo Serna hallada en la Reducción de San Ignacio Miní.-
En la década de 1940 cuando se realizaban los trabajos de restauración en San Ignacio Miní se procedió al despeje de escombros que existían en el sector del presbiterio de la iglesia. Aparecieron allí a la vista un conjunto de lápidas que indicaban los sacerdotes que habían sido sepultados en ese sitio.
Por algún motivo no explicado se decidió en ese momento abrir una de las tumbas, la del Padre Lorenzo Serna. El Sr. Oscar Gámez, que dirigía los trabajos, dijo en una entrevista del año 1994 recordando aquel episodio:
Iglesia de San Ignacio.-
A partir de 1900 se comienza a poblar San Ignacio con criollos, paraguayos, brasileños y alguno venido de Europa. Más de uno, preocupado por la falta de asistencia espiritual, pide ayuda. Según informes, desde el año 1913 y más o menos cada seis meses recibían la visita de un sacerdote que venía desde Corpus y celebraba la misa y administraba los sacramentos en la galería de una casa de familia. Luego se formó una comisión Pro-Templo que trató de conseguir fondos para comprar un terreno. En lo que había sido la Plaza de Armas de las reducciones se fritaban empanadas, se cocinaba mandioca y se hacía el asado a la estaca que luego se vendía a los vecinos. Gracias al entusiasmo de este grupo se pudo comprar el terreno y edificar una capilla de madera que con alegría terminaron en el año 1915.
Andrea y Luca junto a la famosa higuera de reduccion de San Ignacio Miní (San Ignacio 1982).-
Espontáneo, atrevido, genuino. Así era Luca prodan, líder y voz de la mítica banda de rock Sumo que brillara allá por los 80 dejando una impronta musical a perpetuidad.
María junto sus alumnos en una estampa cargada de nostalgia y afectos.-
Agosto, (1981). El mes en que florecen los lapachos en Misiones. Una mochila cargada de sueños e ilusiones. Fue así que el 3 de Agosto de ese año, recorriendo sigilosa las calles de San Ignacio me dirigí a la Escuela N° 15. Sería mi primera experiencia que jamás olvidaré.
Fotografía tomada por Don Patricio Barrios poco antes de la restauracion.-
Don Patricio Barrios habitó durante mucho tiempo junto a su familia un solar en Teyú Cuaré. Su vida dio un giro de 180° cuando poco después de la restauración de las Ruinas Jesuíticas (década de 1940) la Comisión Nacional de Museos y Lugares Históricos lo designó como encargado custodio de dicho lugar. Hasta el momento en que la administración nacional le otorgó una vivienda aledaña a las ruinas, Patricio solía montar religiosamente su tordillo llamado Rosillo, de su laburo en el pueblo hasta Teyú Cuaré y viceversa.
"Un hombre montado a caballo es tanto espiritualmente como físicamente más grande que un hombre que anda a pie" John Steinbeck.
En imagen la delegación local compuesta entre otros por los señores Gunsky, Scattolaro, Bouix, Barreto, Koop y Ocampo (1965).-
El Club Social San Ignacio no solo se caracterizó por ser el epicentro de festividades y tertulias conmemorativas. Allá por la década del 60 había comenzado una exitosa tradición bochofila que lo llevó a ser sede de importantes eventos. Así mismo se destacó por albergar a grandes exponentes de ese deporte que dejaron al nombre de la localidad de las ruinas bien parado no solo en el concierto provincial sino también a nivel regional. En estas imágenes aportadas por Jorge Ocampo recreamos aquel campeonato de 1965 donde la totalidad del podio fue para representantes de nuestra localidad. Un evento que tuvo como subsede a la cancha de bochas del Escuadrón 11 de Gendarmería Nacional Argentina y contó con la participación de bochofilos de Corrientes, Chaco y de la ciudad capital Posadas.
“Proclamar la Buena Noticia es el primer y mayor acto de amor a nuestro prójimo.” Arnoldo Janssen, SVD.
El único lenguaje que todos entienden en todas partes, es el lenguaje del amor.” José Freinademetz, SVD.
El edificio municipal, fue proyectado en 1928 y construido mas tarde, estilo académico.-
El presente fragmento transcripto da una idea al lector de cómo eran realizadas las obras edilicias públicas y privadas en San Ignacio a mediados de siglo XX.
“…Todo muestra que los territorios alrededor de Teyú Cuaré tenían una arquitectura semejante a la de otras regiones y que la tradición de trabajo bruto de piedra apilada que había caracterizado a los siglos anteriores casi había desaparecido. Es cierto que algunos vecinos siguieron construyendo sus casas con piedra, ya fuera sacándolas de los antiguos edificios de las misiones- aun se las ve en los basamentos de la calle-, o trabajándola admirablemente de acuerdo a los lineamientos de las más modernas tradiciones europeas, pero su utilización a gran escala ya se había acabado. Mucho se hizo en piedra entre 1890 y 1930, pero luego este tipo de trabajos disminuyó significativamente, y el impacto de la obra pública del Estado nacional cambio, tal como era previsible, el escenario constructivo de la región (…)”
Una vez. Hace tanto ya, fui a Villa Ema a buscar una virgencita tallada en madera. Recuerdo que al entrar al taller del artesano llamó mi atención la figura de un enorme perro tallado. Sin mediar pregunta observe al animal. El hombre, que advirtió mi asombro, no dijo nada. Al pie de aquel enorme cuadrúpedo una leyenda esculpida, bien legible, hizo erizar mi piel.
Eran tiempos en que la únicas lamparitas vivas por las noches eran aquellas de las esquinas. Casi siempre el fogón atizado a mano era la excusa para nombrarlo. Mi abuela una vez me comentó que por San Ignacio anduvo un hombre, un tal Montiel, que era Lobizón. Me dijo que hacia sus fechorías por gallineros lindantes a las chacras, no era de acercarse al pueblo. Si bien la gente sospechaba de algún paisano- hijo séptimo varón- eran puros rumores y nadie daba en la tecla.
Lo de Montiel concitó la atención del pueblo. Fue un caso muy conocido. Pasó un par de días desde la desaparición de un niño en Pastoreo. Los padres, -que lo buscaron durante todo el día- iban de chacra en chacra, sin tener rastros del gurí. Todo fue un enigma hasta que llegaron al rancho de Montiel. El hombre salió amablemente a atender a sus vecinos. La situación ameritó que los mates y los “guen día” pasaran de inmediato a segundo plano. Indagaron al hombre acerca del pequeño sin obtener información. El caso es que cuando ya se dispusieron a partir en dirección al pueblo a radicar la denuncia, una sonrisa fresca, ancha, hizo que de entre los dientes de Montiel se birlaran hilachas rojas. La mujer tartamudeó mientras, su marido forzadamente la hizo subir al carro.
"Es mejor morir luchando por la libertad que ser prisionero todos los días de tu vida" Bob Marley.
El pasado martes de 5 Abril se comunicó con nosotros Omar Rojas, fiel seguidor de este espacio denominado Junta Histórica San Ignacio con inquietudes visibles respecto a los relatos históricos de nuestra comunidad. Hace tiempo Myriam Gagliardi nos había relatado la conformación de las distintas cooperativas en nuestro querido San Ignacio (para mayor referencia vease el artículo: “MYRIAM GAGLIARDI, UNA SERVIDORA PUBLICA DE NUESTRA COMUNIDAD” contenido en nuestro espacio digital a modo de referencia), cerca de la media noche este singular señor se nos presenta de la siguiente manera:
_ Hola ¿Cómo están? les saludo, soy Omar Arturo Rojas, y les dejo una foto de mis abuelos la familia Bañay descendientes de inmigrantes húngaros, también socios fundadores de la CAPSI una linda historia de los pioneros de San Ignacio Misiones Argentina.
Cuando se acabe el pedazo de la vida que me toca ha de nacer otra boca que pregonice mi canto y ha de incrustar su quebranto hasta el pecho de las rocas”

Desde que fui un infante hasta bien entrada la adolescencia supe ser un muchacho asiduo a la iglesia, criado en una familia muy devota en las raíces del seno familiar materno, las tradiciones fueron asuntos que hasta no hace mucho se debía respetar a rajatabla así no estés de acuerdo con las prácticas y los rituales. Particularmente me llamaba la atención la música, el hecho de ejecutar algún instrumento por lo cuál desde pequeño desperté una especie de admiración -de manera inconsciente debido a la inocencia misma de la niñez-, este singular señor era todo un personaje cosa que fui averiguando con el pasar de los años mozos.
En su apariencia denotaba ser un hombre reacio y de actitudes ásperas, sin embargo cuando caías en su gracia parecía un muchacho más con una cualidad única para cantar chamamés y temas de la juventud de antes, además de ser un amante de los asados y algún que otro tonificante espirituoso.
Léonie Matthis había nacido en Francia, más precisamente en Troyes, al decir de su biógrafo Ignacio Gutierrez Zaldivar una “ciudad donde pocas veces en el año brilla el sol y todo remite al pasado”. segunda de cuatro hermanas de un matrimonio formado por un padre alemán y una madre francesa, nació el 13 de mayo de 1883, no asistió al colegio fue educada en su casa, desde niña la pequeña Leonide de inclinó hacia la pintura, a los 15 años viajó a París para continuar su formación en artes plásticas aconsejada por sus maestros de Troyes que vieron en ella un innato talento para las artes plásticas, para su fortuna en 1904 se admitieron por primera vez mujeres en los claustros académicos y Léonie fue una de ellas. en París a pesar de su corta edad vivía sola, ganó una beca para estudiar en la academia francesa en la villa Medici en Roma.
Solía pasar los veranos en España dado que su hermana se había casado con un español y vivían allí, fue en uno de eso veranos en 1910 cuando pintando en La Alhambra conoció a Francisco Villar, también pintor nacido en Asturias pero radicado en Argentina desde los 11 años. Villar se formó en la escuela de bellas artes de Bs As, era un retratista muy requerido por la sociedad porteña de principios de siglo XX, quien había regresado a España con motivo de una gira de exposiciones que lo llevaron por ciudades europeas y de norteamérica, cuando regresó a Argentina su relación continuó en el plano epistolar dos años después Leonie se embarca hacia Buenos Aires
EL PAÍS DE QUIOGA
A treinta años de su muerte, San Ignacio no guarda buenos recuerdos de Horacio Quiroga. Pero en otros lugares de Misiones, la historia cotidiana reafirma el valor de su obra.
Casa de Horacio Quiroga poco despues de ser abandonada (hoy Casa Museo).
PAISAJE, AUSENCIA
La casa está allí con sus piedras desnudas, su mágico círculo de palmeras, el busto del hombre barbudo en cuyo pedestal los estudiantes de visita declaran fugitivos amores, el letrero que pretende rememorar a "un peón" debajo de un árbol raquítico. Hay una hora precisa de la tarde en que el sol pone una explosión de azafrán sobre el Paraná, que visto desde esa altura es un lago apacible encerrado entre lomas amarillas y verdes, y por un momento uno puede suponer que lo está viendo con la mirada de aquel hombre hirsuto y terrible que San Ignacio ya hubiera olvidado –salvo por sus excentricidades inquietantes o risueñas– si el resto del país no se empeñara en recordárselo.